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viernes, 25 de marzo de 2011

EL ATLAS CHECO

Por: Lázaro Sarmiento


Mi biblioteca privada se ha multiplicado muchas veces desde los tiempos en que, niño, descubrí una librería de viejo frente al cine Moderno, en Luyanó. También compraba libros en una carretilla que colocaban en la entrada de La Benéfica, el hospital familiar de la Calzada de Concha. Entre los títulos más antiguos que conservo de esa época sobresale el Atlas geográfico Mundial de Bolsillo (Checoslovaquia, 1963).


Mis dedos seguían expectantes las rutas trasatlánticas dibujadas en sus océanos de papel. Detrás de esas líneas que marcaban las distancias en millas, había historias y gentes con vidas interesantes a bordo de embarcaciones y nostalgias ancladas en lejanos puertos: Nueva York - Río de Janeiro 8 807. Canal de Panamá- Londres: 8796. Por la calidad de la impresión, el color y los detalles, este atlas pudiera competir con sus similares de la actualidad. Pero las fronteras del planeta cambiaron desde 1963. Surgieron nuevos países. Otros desaparecieron. Se derrumbaron muros. Se levantaron otros. Ahora la gente emplea Google Maps, Google Earth y los GPS. El Atlas checo se puso viejo.


Un amigo me dice que los antiguos mapas impresos en Praga no han envejecido. Lo que sucede es que el mundo se ha rejuvenecido. Finjo que tiene razón.


sábado, 7 de febrero de 2009

MIS PRIMEROS VIAJES POR LOS OCEANOS.


Por: Lázaro Sarmiento

Existían entonces dos capitales alemanas: Bonn y Berlín. Etiopía era un imperio y Zanzíbar un protectorado británico. Angola aparecía como provincia portuguesa de Ultramar. Las fronteras y los colores de los mapas no eran lo que son en la actualidad. Y en aquel mundo se mencionaba una Cortina de Hierro que, decían, dividía a Europa en dos zonas diferentes, no por la geografía sino por la política: el Este y el Oeste. La primera vez que encontré la metálica cortina fue en un número de Selecciones del Reader’a Digest. Ejemplares de esa publicación con más de una década de antigüedad se comercializaban en unas librerías de viejo que estuvieron frente al cine Moderno hasta 1968, el año de la Ofensiva Revolucionaria.

Hoy estuve pensando en los libros que me acompañan desde hace muchísimo tiempo. Quizás el primer libro que compré en mi vida ( que yo recuerde ) por mi propia iniciativa, siendo niño, fue el Atlas Geográfico Mundial de Bolsillo, elaborado e impreso especialmente para Cuba en Praga, Checoslovaquia, en el año 1963. Lo descubrí poco tiempo después de publicado, entre los libros que cada día colocaban en una carretilla de ventas a la entrada de la clínica La Benéfica, a unas cuadras de donde yo vivía en Luyanó.

Con este Atlas aprendí la altura del Everest, el tamaño de Groenlandia y la ubicación de Katmandú. Y luego los novios de mis tías, que eran marineros y viajaban en barcos de la Flota Cubana de Pesca, trazaban con las puntas de sus dedos sobre el color azul las rutas oceánicas que recorrían hasta los bancos de peces cerca de Terranova.

Muchas de las fronteras del Atlas Geográfico Mundial de Bolsillo cambiaron drásticamente desde que acaricié por primera vez sus mapas y soñé recorrer sus ciudades. Me resulta cómodo pensar que ni el libro ni los recuerdos han envejecido sino que el mundo se ha rejuvenecido.

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