Mostrando entradas con la etiqueta recuerdos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta recuerdos. Mostrar todas las entradas

martes, 10 de septiembre de 2013

CARTAS SOBRE LA MESA




He puesto sobre la mesa, como en un juego de cartas, todas mis fotos de los últimos 25 años. Busco afanoso el instante en que, de presa, me convertí en cazador. Salgo a la calle, glorificada hoy por una epidemia de belleza. En alguna parte de la ciudad suena una canción, ingenua y torpe. Trato de localizar un rostro conocido para compartir una cerveza. Pero estoy rodeado de anónimos. En la platea del cine, el proyector hace más horrible aún el filme y parece que todos los espectadores han escapado de un geriátrico. Pienso que éste va resultar un mal día. Como animal de costumbres, regreso al Vedado por los atajos de siempre,  con mil formas arquitectónicas y puertas cuyas molduras conozco de memoria. Estoy en mi apartamento, rodeado de imanes, libros, la cafetera, la computadora, el teléfono, la mampostería que beso cada cierto tiempo…En la televisión, un personaje menciona las palabras roon garden . De pronto percibo una sacudida entusiasta. Roon garden me conecta con afinidades privadas. Entonces voy a la caza de mis recuerdos, esa vanidad secreta. Y logro olvidar las cartas sobre la mesa.

martes, 13 de diciembre de 2011

EL CINE HABANERO FENIX ESTABA EN BIRMANIA.

Por: Lázaro Sarmiento

El Fénix era uno de los cines más modestos de La Habana. Estaba en la calle Santa Ana, en Luyanó. Como mi niñez y adolescencia transcurrieron en este barrio, estoy entre la gente que conserva algún recuerdo vinculado con esa sala.

Una planta única con 680 butacas de madera. Unos ventiladores de pie que parecían malos bocetos de los insectos de Louise Bourgeois. Ventanas laterales que permanecían siempre abiertas hacia pasillos exteriores. En ninguna época tuvo aire acondicionado. A ambos lados de la pantalla tenía los baños con los clásicos letreros de Damas y Caballeros

En el lunetario te encontrabas con los vecinos de la cuadra donde vivías, o con los alumnos de tu escuela. Aquí vi el El arpa de Birmania, mucho tiempo después de su estreno. Nunca he olvidado este título y creo recordar que entonces sentí su banda sonora como rara y extraña, aunque seguramente este puede ser un recuerdo fabricado.

Pero lo que me resulta tan inquietante como El Arpa de Birmania, es que cuando hace unos días pasé frente a la vieja fachada del Fénix, descubrí en el piso del portal un dibujo con las iniciales: H y F. No sé como esas siglas pasaron inadvertidas para mí en todas las ocasiones ya brumosas en que caminé sobre ellas para ver un drama o una comedia. Y no hay noticias de que en los altos del cine hubiera habido alguna vez un hotel o una posada.

A principios de la década de 1990, el cine Fénix fue transformado en albergue provisional para familias del barrio necesitadas de viviendas, las cuales en unos años convirtieron el inmueble en su hogar definitivo.

Ahora, el recuerdo de El Arpa de Birmania cubriendo con su música intrincada al cine Fénix me produce angustia (palabra antigua), como la sensación que provoca excarvar en las zonas insondables de la memoria.




domingo, 12 de junio de 2011

LAS CAFETERAS DEL EMPERADOR MING.

Por: Lázaro Sarmiento


Mi recuerdo más antiguo de La Habana tiene que ver con tazas de café.

Dormí con mi papá y un tío en una casa de huéspedes de la calle Neptuno. Después de esta primera noche en la gran ciudad me llevaron a desayunar a una cafetería en la esquina de San Rafael y Águila, frente a la tienda Roseland. Quedé fascinado por el movimiento casi sincrónico de grupos de hombres y mujeres cuyas manos y brazos acercaban con deleite hacia sus labios las blanquísimas tazas con el vivificante líquido , expulsado instantes antes del interior de unas cafeteras enormes y niqueladas que parecían diseñadas para la escenografía del planeta Mongo.

Yo estaba hipnotizado por ese ritual urbano alrededor de hileras de tazas de café. Eran llenadas con robótica rapidez por empleados muy pulcros y consumidas con elegante lentitud (pero con prisa latente) por los habaneros antes de partir a sus oficios y deberes. Ese ritmo de camareros y parroquianos, relacionado con sabores, rutas de guaguas y camisas planchadas, desaparecería con el tiempo. Luego, la evolución tecnológica extinguiría aquellas cafeteras, artefactos fabulosos en el territorio de mi infancia.

Los recuerdos de ese primer día en La Habana, la gente como hormigas desplazándose hacia sus destinos, la decoración de las vidrieras de Fin de siglo, y los vendedores de periódicos voceando las leyes del Gobierno Revolucionario, están envueltos en el vapor que salía de las cafeteras del emperador Ming.






domingo, 6 de diciembre de 2009

NUEVO VEDADO, ENTRE ABRAZOS Y POSTALES

Por: Lázaro Sarmiento

Salgo de Los abrazos rotos con deseos de caminar por el Nuevo Vedado mientras espero la próxima película del Acapulco, una de las salas de proyecciones del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Me atrae una casa verde, tramposamente familiar, representativa de las residencias de la pequeña burguesía cubana de los años cincuenta , al igual que otras muestras del barrio, incluidos el cine, el supermercado, la gasolinera, la jardinería; postales de lo que se consideraba moderno en la capital cubana en la segunda mitad del pasado siglo. Algunas veces aparece esta vivienda en mis viajes en la máquina del tiempo. No conozco a sus actuales inquilinos pero de niño estuve en su interior y llegué hasta la cocina (que era un set de televisión).

A la casa verde la recuerdo por un episodio mínimo de mi infancia.

Un día, el esposo de una de mis tías me trajo de visita a esta residencia que ahora contemplo desde la acera de enfrente y en la cual vivían en aquella época sus familiares. Los antiguos propietarios habían salido el país en los primeros tiempos de la Revolución pero en las agarraderas de los estantes de la cocina permanecían dibujadas las iníciales de sus nombres: N S y J A. Normita Suárez y Jesús Albariño constituían una pareja de actores de la radio y la televisión, cuyos nombres escuché mencionar varias veces a las personas que habitaban entonces la casa. A la gente le gusta establecer una familiaridad irreal, chismográfica, con todo lo relacionado con los artistas famosos.

De pronto mi tío político abrió el amplio refrigerador, y como en un set de televisión, me preguntó si quería tomar yogurt. Y a mis oídos infantiles esa palabra les sonó gustativa, tentadora, mágica, por una única razón: yo nunca había ingerido aquel lácteo que en los minutos siguientes iba a resultar delicioso a mi paladar, servido con cubitos de hielo en una lujosa copa de bacarat, otra vez, como en televisión. Fue así que el descubrimiento del yogurt convirtió esta casa en una de las fachadas inolvidables de mi infancia, aunque siempre un lugar ajeno. Pero ya es hora de que deje de mirar y fotografiar esta cuadra del Nuevo Vedado porque comienzo a llamar la atención de los vecinos y pueden pensar que soy un espía internacional.

Me alejo como forastero en los escenarios de mi memoria.



Imágenes del Nuevo Vedado: El cine Acapulco, residencia típica de esta zona de La Habana, la Avenida 26 y público esperando función en la citada sala. Fotos: Lázaro Sarmiento.

lunes, 30 de marzo de 2009


Busco a Polly Magoo.
Por: Lázaro Sarmiento

Hoy pasaron en la televisión el documental Omara, de Fernando Pérez. Hay un momento en que la diva del Buena Vista interpreta La era está pariendo un corazón. Al escucharla sentí que se despertaba una antigua emoción. Quise recordar como era mi vida en la época en que esa canción compuesta por Silvio sonaba en las radios de La Habana. Tal vez la oí por primera vez cuando estaba en la escuela al campo. De pronto me vino a la mente ¿Quién eres tú, Polly Magoo? No puedo contar nada de este película y, sin embargo, su anuncio en la marquesina del cine Payret lo fijé para siempre . También la memoria le ha borrado el rostro y otras partes del cuerpo a la persona con la que dormí una noche, y esperé el amanecer a su lado, en el Hotel New York de la calle Dragones. En cambio, del mismo lugar recuerdo con nitidez algunas escenas vistas en el interior de las habitaciones. Varias puertas entreabiertas a lo largo del pasillo hacia el ascensor del hotel hicieron que disfrutara de imágenes que parecían diseñadas por Pasolini y Proserpina. La lista de los episodios a recordar un domingo por la tarde puede resultar inquietante: la primera vez que aprendimos a besar, la primera pareja que dejamos esperando en un parque, el nombre de los amigos con los cuales nos sentábamos en la esquina de la secundaria para evadir los turnos fastidiosos, y la primera vez que hicimos el amor como Dios manda. Eso lo recuerdo bien y había una radio encendida con Nocturno en la medianoche y una canción del grupo Mocedades.La música ayuda a construir los recuerdos de una época de la que extravié el rostro de Polly Magoo.

A la izquierda, arriba: Foto de Nan Goldin.
Centro: Fachada actual del Hotel New York, Calle Dragones.La Habana- Foto: Lázaro Sarmiento. 28.03.09

viernes, 6 de marzo de 2009

LUGARES DONDE FUIMOS FELICES.


Por: Lázaro Sarmiento

Barrio de Santos Suárez en La Habana. Sus calles de bordes vegetales, sus cines confortables, sus heladerías dominicales y, sobre todo, los portales donde la gente se sentaba a ver la vida pasar, son parte de los recuerdos entrañables de mi adolescencia y juventud.

Yo vivía en Luyanó pero todos los días cruzaba la Calzada de 10 de Octubre para ir hasta la casa de mi abuela en la calle Estrada Palma. Ella, al igual que casi todas las abuelas, era como la gallina con los pollitos y le gustaba tener a sus nietos bajo su saya plisada que, por cierto, era su prenda preferida.

Niágara, Santa Catalina, Aguayo, Los Ángeles , Tropicream… Ciertas fachadas, cafeterías, esquinas, jardines y hasta la puerta de un garaje en este barrio, fueron escenarios de días luminosos, de imberbes filosofías y de sacudidas eróticas. Luego vinieron los paseos inteligentes (a la sombra de los flamboyanes) y las primeras citas en paradas de ómnibus que entonces me parecían las más importantes del mundo . También la lealtad, las despedidas, los amigos, las conversaciones en los parques…

Hoy volví a recorrer la calle Estrada Palma de Santos Suárez. No encontré a ninguna de las personas que hace veinte años yo veía sentadas en los portales o asomadas en las ventanas. Estos escenarios donde muchas veces fui feliz habían dejado de ser míos para siempre.

Casa de la pintora Amelia Peláez (1896-1968). Calle Estrada Palma, Santos Suárez.

El famoso colegio Aguayo en la calle Estrada Palma, Santos Suárez.

La casita de madera de la calle Estrada Palma.

Cine Mara. Calle Juan Delgado. Remodelada por el ICAIC, esta sala llegó a tener un bar en la platea desde el cual se podían ver filmes como Fantomas.


Estrada Palma 413 . En la casa de arriba vivía mi abuela. En 1991 permutó de aquí.

lunes, 2 de febrero de 2009

Enamorarse en bloque
Por: Lázaro Sarmiento

Cada cierto tiempo me someto a una experiencia casi masoquista: abro mis cuadernos de apuntes que tienen quince o más años, incluso, uno ya cumplió veinte (cuadernos que alimentaba a diario durante una vida anterior, en la prehistoria de la computadora y la internet ). Percibo entonces un temor parecido al que sienten los gatos al entrar en una habitación .

“Amar a muchas personas, ninguna de las cuales nos colma, pero que juntas componen una felicidad plural, desordenada, tumultuosa, inquieta; una inquietud, es cierto, menos total y amenazadora que la que inspira el amor a una sola persona. Esto es, quizás, la sabiduría. Poner el corazón en muchas cestas, reunidas en una deliciosa complicidad cuyo centro sería yo. Una buena variante consistiría en estar enamorado en bloque de toda una familia, la más numerosa posible, y hacerme adoptar por ella”.

No recuerdo la fecha en que transcribí el párrafo anterior. Pertenece a El vagabundo inmóvil, de Michel Tournier (debió ser un poco antes de 1990). No creo que me interese averiguar por qué este texto mínimo llamó mi atención hace veinte años. Pero sucede: los cuadernos de apuntes, con números lejanos, desencadenan una confrontación con antiguas emociones y afinidades Lo mismo pasa con los recortes de periódicos anteriores a Google y otros buscadores. Y también con las canciones que envejecieron, las caras o los músculos del abdomen.

Imagen: Delirium tremens (tríptico) Rocío García, óleo. 2003.

domingo, 25 de enero de 2009

NOSTALGIA EN UNA CAJA DE GALLETAS.




El domingo al atardecer es un buen escenario para hurgar en las cajas de fotografías y escanear algunas imágenes de nuestras vidas, cuando el mundo (el de mi generación) era en blanco y negro. Intento armar un puzzle con estas imágenes. A la izquierda en mi época de trabajador de la OCLAE, la Organización Continental Latinoamericana de Estudiantes . En esos años el litoral de Miramar comenzaba a transformarse. Había jornadas de trabajo voluntario en el Monte Barreto, cerca de las oficinas de la organización juvenil.






A la derecha: el día que me gradué de sexto grado. Escuela Rubén Martínez Villena, en Luyanó. Estoy recibiendo el diploma de manos de la maestra Marta. Nunca más la vi. No puedo decir que me “enamoré” de Marta pero es la maestra que más recuerdo. Nos ofrecía magníficas clases y se comportaba como una compañera más en los paseos que hacíamos por algunos de los sitios de moda entonces en La Habana. El escritor Gabriel García Márquez dice que nuestro pasado personal de aleja de nosotros desde el momento en que nacemos, pero solo lo sentimos pasar cuando se acaba un disco. Yo lo he sentido pasar hoy, al desconectar el escáner .





La imagen familiar no puede faltar en una vieja caja de fotos que se respete. Aquí con mis padres en Madruga , donde viví hasta los cinco años. Madruga es un pueblo de La Habana atravesado por la Carretera Central, venido a menos, como muchas otras localidades, después de la construcción de la Autopista Nacional.




La foto que abre este post es en un estudio de la COCO con la locutora Teresa Gómez y Diego Ubieta, el editor que yo siempre quería por su pericia para el programa Fuera de Serie (Objeto Volante No Identificado sobre las antenas de la COCO). Abajo , en la OCLAE, junto al periodista Carlos Font. El del extremo es Octavio Rodríguez, el hoy humorista Churrisco, que entonces era mi jefe de Departamento. Lo conocí durante el Servicio Militar Obligatorio donde estuvimos ubicados en la misma unidad.

ecoestadistica.com