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viernes, 23 de enero de 2009

MUJERES DE TEATRO.

Protagonistas: María de los Ángeles Santana y Rosita Fornés. Vivo a cien metros del lugar donde se tomó esta fotografía. Sin embargo, llegó a mi computadora a través de internet desde otra computadora en San Francisco, California. La imagen pertenece a Días como hoy , un dramatizado especial que se grabó hace algunos meses en Radio Progreso en La Habana . Es un lujazo histórico de la “Onda de la alegría” ya que difícilmente exista otro registro radiofónico que recoja la actuación conjunta de estas dos figuras legendarias de la escena en Cuba.

Hoy estuve consultando nuevamente el libro Yo seré la tentación. María de los Ángeles Santana. (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2004). Cada vez que abro este impresionante testimonio no encuentro adjetivos suficientes para admirar la obra de su autor Ramón C. Fajardo Estrada (La Habana, 1951). Creo que en nuestro país solo existe, en esta temática, un libro parecido por su documentación, organización de la información y excelente redacción: Rita Montaner. Testimonio de una época (Premio Casa de las Américas 1997) !Y el autor es el propio Fajardo¡ , quien es también director de programas en Radio Habana Cuba.

En el primero de los títulos citados, Fajardo se refiere a las principales actrices cubanas de todos los tiempos, cuya relación "encabeza Luisa Martínez Casado en el siglo XIX y se amplia en la centuria siguiente con los nombres de Enriqueta Sierra, Raquel Revuelta, Lilia Lazo, Minin Bujones, Rosita Fornés, Adela Escarpín, Nena Acevedo, Ofelia González, Violeta Casals, Rosa Felipe, Ernestina Linares…” La relación incluye, por supuesto, a María de los Angeles Santana.

miércoles, 22 de octubre de 2008

ROSITA FORNES Y LA ADORACION DEL PUBLICO.


Por: Lázaro Sarmiento

Hace unos días, en el Anfiteatro de la Avenida del Puerto de La Habana, Rosita Fornés celebró el aniversario 70 de su debut. Mientras presenciaba el espectáculo recordé Toda una vedette, quizás la última de las grandes revistas protagonizadas por la Fornés. Entre ambas presentaciones habían transcurrido casi veinte años. Sin embargo, algo se mantenía intacto: las expresiones de adoración del público.

Desde el fondo de la platea avanzó en el personaje de Cleopatra sobre una parihuela dorada, sostenida por un grupo de musculosos súbditos musculosos. Los flecos negros de la peluca resaltaban la piel blanquísima del rostro .El cuerpo reclinado en almohadones mostraba los muslos aún victoriosos entre tules. La mirada en tic tac hacia ambos lados del pasillo lanzaba destellos de satisfacción. El público gritó, se paró, pataleó, lloró, quemó las palmas de sus manos. Estas eran las emociones que Rosita Fornés desencadenaba en 1989 en el teatro Mella de La Habana.

Los bailarines que conducían la litera se tomaron su tiempo para que cientos de pupilas observaran “de cerca” a la Reina de Egipto en su pública y democrática esplendidez. Y cuando la caravana subió a la artista hasta lo alto del escenario comenzó el repertorio de adjetivos desde el lunetario:

Rosita faraónica… Bellísima… Rosita tridimensional...Regia… Cuello de porcelana… Que Dios venga y vea a esta señora… Bravo… Tú eres la mejor… Rosa de Cuba…Perrísima…¡¡¡¡

En un momento cumbre de la revista, el Chino Castellanos agarró las piernas de Rosita Fornés y por unos instantes sostuvo su cuerpo en el aire contra la gravedad de la pista. Parecía la imagen de una trapecista en su mejor forma. Fue una proeza acrobática en una mujer que tenía entonces 66 años.


Esa noche de 1989 ocurrieron simultáneamente dos espectáculos en el teatro de la calle Línea de La Habana: uno en el escenario y el otro en la platea. Luego, a la salida, Rosita fue esperada por una muchedumbre, similar a la que la despedía cada semana en el edificio Focsa después de su show de televisión. Y como si dispusiera de todo el tiempo del universo, saludó con oficio de diva a las numerosas personas que se le acercaron queriéndola tocar, besar, ver, fotografiar, respirar su perfume, alcanzar unas fibras de su cabellera…Luego, el chofer puso en marcha el motor y ella se fue envuelta en los cristales oscuros del auto .

Pocas figuras son capaces de provocar reacciones tan apasionadas entre sus seguidores como las suscitadas por Rosita Fornés. El registro adecuado de ese comportamiento de fervor popular quizás hubiera dado como resultado un filme, o un libro, con un poderoso aliento sociológico.

Fotos: Lázaro. Anfiteatro del Puerto de La Habana .18.10.08

domingo, 19 de octubre de 2008

ROSITA FORNES, HISTORICA.


Concierto en el Anfiteatro de La Habana por el aniversario 70 de su debut.


Por: Lázaro Sarmiento

1. La Corte Suprema del Arte convoca entre sus concursantes a Rosita Fornés. Casi niña se coloca frente a los micrófonos del famoso programa de CMQ con el sueño de convertirse en estrella de la radio. Afuera, las orquestas llenan de sonidos los Aires Libres del Prado. En el Capitolio de La Habana los políticos inflan los presupuestos y se reparten las ganancias. En Europa, las cancillerías tratan de calmar el apetito expansionista de Hitler. En Hollywood, se discute sobre la actriz que interpretará el papel de Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó.


2. Pinturas de labios, fronteras, ideologías, vestuarios, muros, pasillos de baile, torres, canales de comunicación, máscaras, productos enlatados, naves alrededor del planeta, virus, sueños y hasta formas de hacer el amor han desaparecido y vuelto a nacer .El mundo ha cambiadovertiginosamente desde los días del debut de Rosita Fornés en La Habana en octubre de 1938. Durante todo este tiempo, ella ha sido aplaudida, mimada, criticada, deseada o querida. Rosita Fornés ha sobrevivido a todos y…a todo.


El joven cantante Ariel Venero en su mejor estilo de galán le entrega una flor a la Fornés, mientras sus compañeros Bernardo Lichilín y Camilo Mederos esperan su turno .


3. El concierto de Rosita Fornés este 19 de octubre de 2008 en el Anfiteatro de La Habana Vieja es histórico por diversas circunstancias. En primer lugar, porque fue una noche única para celebrar sus siete décadas de vida artística. Y porque en el escenario mantiene la ilusión de que sigue siendo lo que sus seguidores esperan de ella: una estrella. Durante el espectáculo logra que el público olvide su edad, los problemas de cadera y todas las referencias de moda.


4. Setenta años después de su juvenil debut ante los micrófonos de la radio de la Isla, Rosita Fornés muestra una inteligente decantación de su estilo de gran vedette. Hay la sensación de que el concierto transcurre fuera de cualquier cronología. Incluso, imita sus antiguos gestos sensuales durante la interpretación de El hombre que me gusta a mí, de Frank Domínguez. Es otra la orquesta, son otros sus partenaires, ella cambia para continuar siendo quien es. En figuras como Rosita Fornés el oficio de estrella es un trabajo a tiempo completo, casi de obrera.



Fotos: Lázaro Sarmiento.

domingo, 2 de marzo de 2008

LA FORNES, SE ACABARON LAS MUJERES.

Por: Lázaro Sarmiento

La televisión cubana proyectó este domingo a la hora del desayuno Se acabaron las mujeres, película mexicana de 1946, uno de los peores argumentos escritos para el cine.

Dirección: Ramón Peón
Argumento: Roberto Ratti; adaptación: Ramón Peón.
Intérpretes: Domingo Soler, Rosita Fornés, Vicente Padula, Famie Kaufman “Vitola”, Nelly Montiel y Héctor Palacios.
Filmada a partir del 1 de abril de 1946 en los estudios Azteca. Estrenada el 21 de noviembre de 1946 en el cine Palacio (una semana).

El crítico Emilio García Riera en su Historia documental del cine mexicano (México, 1993) comenta lo siguiente:

“Uno de los peores argumentos jamás escritos para el cine no logró urdir los líos y equívocos de vodevil que debían atribular a los personajes. Así, éstos no parecían tener nada en realidad de qué inquietarse, y por eso, quizá, se les notaba con ganas de melodrama…

“Esta comedia supuesta sirvió a una suerte de torneo entre los cubanos y los argentinos que le dieron su tono híbrido; cubanos eran el director Ramón Peón, Fornés y unas debutante, la alta y delgadísima Vitola, habanera de padre rumano y madre rusa que chillaba al piano Una voce poco fa para dar idea de sus capacidades cómicas, poco aprovechadas en la cinta…”

“Como representantes de un Hollywood más bien mísero, las Scandal Girls, o sea, una docena de chicas en traje de baño menos esculturales que sonrientes (forzadas) movían al desgaire sus abanicos de plumas y posaban con ellos, y con Fornés al centro, para un chapucero top shot a lo Busby Berkeley.”

En algunas entrevistas Rosita Fornés ha confesado que sufre cada vez que reponen esos viejos filmes. De su etapa en el cine de México tal vez se salva la película Del can can al mambo (1951), estrenada un año antes de su regreso a Cuba. Aquí la artista tendría que esperar hasta 1984 para que el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos, ICAIC, la incluyera en una de sus producciones.

En esa fecha protagoniza Se permuta. Cuando esta cinta se exhibió en un Festival de nuevo Cine Cubano en Los Ángeles, California, el crítico James M. Callaham-Ávila escribió en La Opinión: “Rosita Fornés es una de las mejores comediantes latinas que han aparecido en la pantalla. Su humor es espontáneo, natural y tiene el don de hacernos reír por su nitidez chistosa. Recuerda el humor de Lucille Ball…”

En Se acabaron las mujeres se distingue junto a Rosita Fornés (23 años) la debutante Famie Kaufman “Vitola”, entonces una especie de prefiguración de Rossy de Palma, chica Almodóvar. Vitola continuaría una activa carrera en la pantalla y la Fornés sería proclamada primera vedette de México. En 1946 ambas actrices merecían una mejor película.

domingo, 10 de febrero de 2008

ROSITA FORNES: SENSUAL SIN LLEGAR A LA AGRESION VISUAL, MORAL O FAMILIAR.


Por: Lázaro Sarmiento

Desde el fondo de la platea avanzó en el personaje de Cleopatra sobre una parihuela dorada, sostenida por un grupo de musculosos súbditos. Los flecos negros de la peluca resaltaban la piel blanquísima del rostro y el cuerpo reclinado en almohadones mostraba los muslos aún victoriosos entre tules; la mirada en tic tac hacia ambos lados del pasillo lanzaba destellos de satisfacción. El público gritó, se paró, pataleó, lloró, quemó las palmas de sus manos. Esas eran las emociones que Rosita Fornés desencadenaba en 1989 en el teatro Mella de La Habana.

Los bailarines que conducían la litera se tomaron su tiempo para que cientos de pupilas observaran “de cerca” a la Reina de Egipto en su pública y democrática esplendidez. Y cuando la caravana subió al escenario comenzó el repertorio de adjetivos: Rosita faraónica! Bellísima! Rosita tridimensional! Regia! Cuello de porcelana! Bravo! Rosa de Cuba! Perrísima…!

Unos minutos después, el Chino Castellanos agarró las piernas de la artista y sostuvo su cuerpo, como imagen de una trapecista en su mejor forma, contra la gravedad de la pista. Fue una proeza acrobática en una mujer que tenía entonces 66 años.

Aproveché el intermedio para ir a su camerino y decirle que su entrevista-reportaje para el programa Musicalísimo de Radio Ciudad de La Habana había sido uno de los programas premiados ese año en el Festival Nacional de la Radio. Un peluquero, un maquillista, un vestuarista y una azafata me cerraron el paso. Por suerte me acompañaba un escritor muy conocido y la Fornés, al escuchar su voz insistiendo en pasar, salió disparada al encuentro de la buena noticia sin reparar que estaba a medio vestir. Su estilista de turno se apuró en cubrirla con una enorme sábana.

Un redactor en Wikipedia consigna que la palabra “vedette en francés, significa Estrella, la cual puede a la vez, cantar, bailar, actuar, mostrar su cuerpo de forma sensual sin llegar a la agresión visual, moral o familiar. La Vedette puede estar acompañada de un gran Espectáculo, con bailarines, una gran producción llena de plumas y lentejuelas, y que siempre en su momento fueron respetadas.” “Toda una vedette” fue quizás la última de las grandes revistas de Rosita en esa condición artística, que es como más la recordarán.

Esa noche ocurrían simultáneamente dos espectáculos en el popular teatro de la calle Línea: el del escenario y el del auditorio. Pocas figuras en Cuba son capaces de provocar reacciones tan apasionadas entre sus seguidores como las levantadas por Rosita Fornés. Registrar ese comportamiento daría como resultado un filme ,o un libro, con un poderoso atractivo sociológico.


domingo, 3 de febrero de 2008

ROSITA FORNES: UN TRABAJO A TIEMPO COMPLETO, CASI DE OBRERA.


Por: Lázaro Sarmiento


El sonidista había puesto en marcha el equipo de grabación sin que Rosita lo advirtiera. Transcurridos unos minutos, descubrió que aquella conversación desordenada estaba siendo registrada por la máquina. Entonces hizo una transición y con horror de baja intensidad, como en un radioteatro, preguntó: ¡¿Tu estas grabando esto?¡ Le dijimos que solo estábamos haciendo unas pruebas de audio. Gesto de contrariedad. Pestañas agitadas. Pero su enojo duró pocos segundos. Se aclaró la voz y con la impostación que estimó adecuada , empezó a contar la historia de su vida que se iniciaba en 1938 en la Corte Suprema del Arte, o un poco antes, a bordo de un trasatlántico español que la traía de regreso a la Isla, o mucho antes: niña disfrazada de odalisca frente a un gramófono.

Yo quería su visión sobre los hombres que se transformaban en rositas fornés en fiestas clandestinas. De las mujeres capaces de propinar golpes de boxeo con el fin de obtener butacas en las primeras filas de sus recitales. Del público que la esperaba a la salida de los Estudios del Focsa con flores, latas de conserva, cigarros, la estampita de la virgen, cualquier cosa, con tal de mimar a su estrella favorita. De la pirotecnia que le permitió conservar intacto su glamour cuando la vida se endureció y la palabra vedette perdió categoría. Me interesaba su actitud frente a los detractores que le reprochaban su imagen más cercana a Hollywood que al modelo de artista enarbolado por los nuevos tiempos de la Revolución. No hubo oportunidad de introducir estos temas. Los mitos tienen una poderosa intuición para administrar su biografía y terminan por imponer su propio guión.

Después de una hora de grabación, la cinta de audio había inventariado las escaleras por las que la Fornés descendió en escenarios de La Habana, México, Caracas y Barcelona; las operetas en las que brilló; su fotografía en la portada de la revista URSS; las cortinas de las que se aferró mientras interpretaba “Es mi hombre”; los policías que la escoltaron al salir del platillo volador posado en la Ciudad Deportiva; las plumas de pavo real que adornaron su cabeza en la pista de Tropicana; los bailarines que elevaron sus piernas hacia cielos de hojalata; los amantes que la cortejaron en melodramas ficticios y reales y Armando, al que amó de verdad; Rosita-Cleopatra en una carroza egipcia en los carnavales del Prado, y los elogios que recibió de músicos, escritores, periodistas y colegas durante los cincuenta años de artista recién celebrados. Al final, había hipnotizado a todos en el estudio con esa superabundancia de anécdotas, gestos y emociones. Incluso convenció a quienes la observaban con distancia en aquella pecera de radio.

Junto a Albis Torres y Sigfredo Ariel, que habían presenciado la entrevista, la acompañé hasta los bajos de la emisora donde estaba parqueado su Lada. Como si dispusiera de todo el tiempo del universo, saludó con oficio de diva a las numerosas personas que se le acercaron en la acera, queriéndola tocar, besar, ver, respirar su perfume. Se sentó frente al timón, puso en marcha el motor y se fue envuelta en los cristales oscuros de su auto.

En figuras como Rosita Fornés el oficio de estrella es un trabajo a tiempo completo, casi de obrera.

Continuará.
ENLACES RELACIONADOS:
ROSITA FORNES EN UNA PECERA (I)

ROSITA FORNES EN UNA PECERA (I)


Por: Lázaro Sarmiento

Ahora que Rosita Fornés celebra su cumpleaños 85, quiero recordar la entrevista que a fines de 1988 le hice para el programa Musicalísimo de Radio Ciudad de La Habana. La emisión fue premiada al año siguiente en el Festival Nacional de la Radio.

Cuando se abrieron las puertas del elevador, fue como si se hubieran descorrido las cortinas de un teatro: Rosita Fornés mitad-vedette, mitad- mujer real, en el papel de ella misma pero a las cuatro de la tarde.

Jean ajustando las carnes, tacones altos, gafas ahumadas, cabellera batida, labios de rojo intenso, maquillaje rejuvenecedor como piel extra, sarape mexicano encima del pulóver tortuga, perfume y unas pocas joyas de plata. Se acercaba ya a los 66 años pero los movimientos al andar, el brillo de los ojos y algunas partes del cuerpo gravitaban hacia edades imprecisas. Dijo “buenas tardes muchachos”, mostró la timidez coqueta de las famosas y cubrió a todos con una sonrisa luminosa, que no iba dirigida a nadie en particular, pero que cada uno podía interpretar como algo personal.

Le ofrecieron una taza del único café posible que existía, es decir, malo, y lo agradeció como el más exquisito gourmet. En todo momento daba la impresión de concederle una gran importancia a esta entrevista, no obstante tener lugar en una emisora que muy pocas veces difundía sus grabaciones pero donde –le habían dicho- “trabajaba gente muy inteligente”.

Las pupilas de los jóvenes de Radio Ciudad reflejaron ese día un arcoiris de reacciones: curiosidad, morbo, admiración, sorpresa, frialdad, dureza y respeto. Empeñados en hacer una radio lo más parecida posible a la época en que vivían, la mayoría no tenía vínculos con el mundo de farándula y lentejuelas al que permanecía anclado, en “handicap dorado", el nombre de Rosita Fornés.
Mientras preparábamos el programa, comenzó una conversación informal, de lo cotidiano y lo artístico. Rosita venía de solicitar que repararan la bomba de agua de su edificio -para esos trajines los vecinos contaban con ella- pues su nombre funcionaba como abre puertas; habló de los leones cuyos rugidos llegaban hasta el balcón de su apartamento frente al zoológico- a veces esas fieras se ponen insoportables-, y nombró las canciones que estaba montando para una revista musical que estrenaría dentro de unas semanas.

Luego surgieron otros temas: el cine nacional la había ignorado olímpicamente durante casi 25 años hasta que filmó Se permuta; los funcionarios que dirigían la televisión no atendieron su último programa, el cual mudaron de horario y canal hasta que terminó desapareciendo, y hubo una época en que fue criticada por los constantes cambios de trajes ( en una noche: georgette, organza, shantoung, lamé plateado) en Desfile de la alegría o De repente en TV. Pensé: si en Cuba no querían culto a la personalidad, no podía haber tampoco culto a Rosita Fornés.

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