martes, 29 de abril de 2008


Las horas del hotel New York (II)
Por: Lázaro Sarmiento


Cuando el hijo del antiguo gerente del hotel New York dijo que pedía mil 500 pesos por aquel reloj de caja -dos metros 21 centímetros de altura, corazón en perfecto estado y sonido diferente cada un cuarto de hora- pensé que estaba bromeando. Con esa cantidad de dinero se podían comprar muy pocas cosas en La Habana de principios del Período Especial y mucho menos un reloj como éste. Tal vez se había equivocado de moneda al pronunciar la cifra y quiso decir mil 500 dólares.

El hombre cuya mujer quizás prefería ingerir langostas plásticas en lugar de las naturales repitió la cantidad en pesos cubanos. Casi tuve un orgasmo de alegría. Disimulé como pude el arrebato y con calculada calma le dije que me parecía bien, que mañana vendría a llevármelo. No, replicó, tiene que ser hoy mismo. Mi mujer me espera en Cojímar.

Unas horas después el reloj viajaba hacia el Vedado en una moto con sidecar. En esa época los chóferes de automóviles y de camionetas de mudanzas pedían cifras increíbles por sus servicios. La moto de un colega sirvió, sin pago alguno, para transportar este mastodonte hasta mi apartamento donde sería mejor acogido. Desde entonces sus sonidos cada quince minutos no han dejado de provocar una suave euforia en los amigos, los fumigadores de mosquitos, los cobradores de la electricidad y los técnicos telefónicos. Y también en los envidiosos.
Yo sigo contando la historia del reloj del New York porque, en realidad, son las palabras las que hacen trascendentes a los objetos. Puede ser que este reloj haya tenido un pasado obsceno en el edificio de la calle Dragones entre Amistad y Águila, en Centro Habana .Como afirmaba Elias Canetti: "Nadie conoce el corazón secreto del reloj".

domingo, 27 de abril de 2008


Las horas del hotel New York


Un reloj de caja de dos metros 21 centímetros que perteneció al hotel New York de la capital cubana marca el tiempo en mi pequeño apartamento del Vedado.

En los inicios de los años 90, alguien me comentó que en el barrio de Santos Suárez estaban vendiendo un “reloj de pie”.

Por esos días ya muchas piedras del muro de Berlín adornaban las repisas de los alemanes. Los barcos mercantes soviéticos habían desaparecido del puerto de La Habana. El campo socialista comenzaba a ser un a lección en los manuales de historia. Cuba perdía mercados generosos. Y la economía de la Isla descendía a niveles de topo.

La gente comenzó a deshacerse de cualquier cosa para obtener alimentos y zapatos y hacer frente a la inflación estratosférica. A tiendas bautizadas con la etiqueta de” casas comisionistas” eran llevados para su venta telescopios, lámparas Tiffany, estatuas de mármol, porcelanas de Meissen, ángeles de cementerios, cubiertos de plata, cristales de Gallé, mosaicos de escaleras y también mucha porquería como elefantes indochinos de yeso, jicoteas disecadas y enanos gorditos de falso biscuit.

Objetos que habían sido guardadas durante generaciones enteras de familias fueron cambiados por latas de leche condensada, zapatillas o radio grabadoras fabricadas en los mercados asiáticos. Las personas ahorradoras de toda la vida, o las que recibían remesas de Miami, o los ricos de última hora, pudieron adquirir verdaderas gangas.

En ese ambiente surrealista de compra y venta y motivado por el morbo me fui hasta las calles Paz y Santa Emilia para echarle un vistazo al reloj. No tenía ninguna esperanza de comprarlo pues, pensaba, mi sueldo de guionista y director de programas en una estación de radio no me permitiría asumir la alta cifra que, con toda seguridad, pedían.

El dueño del reloj era un carpintero amable que no llegaba a los cuarenta años. El reloj era el único mueble que quedaba en aquella casa pues él y su esposa vivían en Cojímar, uno de los escenarios favoritos de Hemingway.

El carpintero dijo que vendía el reloj porque a su mujer no le gustaban las cosas antiguas y se inclinaba por los adornos modernos. Como era un hombre muy enamorado de su mujer, me confesó como una gracia que ella prefería oler flores plásticas y llenar con cuadros diminutos las paredes de su casa, ubicada a unos pasos del famoso restaurante La Terraza de Cojímar. Imaginé que la señora también prefería ingerir langostas artificiales en lugar de las hervidas que le servían al autor de “El viejo y el mar”.

Luego entramos en el tema que me trajo a esta vivienda de dos plantas, construida en la tercera década del siglo veinte cuando algunas familias acomodadas se asentaron en Santos Suárez y la Víbora. El reloj lo heredó del padre que había sido gerente del hotel New York. Pero los negocios comenzaron a funcionarle mal y en 1949 - creo haber escuchado esa fecha- papá quedó fuera del ambiente hotelero. Del edificio donde está el New York consiguió sacar el reloj que ahora estaba abandonado en el pequeño palacete deshabitado y venido a menos.

La sobriedad y líneas del reloj tenían que ver con el estilo minimalista que tanto me atrae. Además me gustaba por encima de cualquier consideración estética. Ya en mi primera mirada había sentido una emoción deliciosa acompañada del susto impreciso de las cosas que se nos pueden escapar.

Sospeché que el lujo de detalles que el carpintero ponía en su historia guardaba una proporción directa con el precio de venta que fijaría. En el país el sueldo promedio andaba por los trescientos y pico pesos. Un pan de 80 gramos costaba 5 pesos en la bolsa negra. Un dólar en el mercado informal se cotizaba en alrededor de 100 pesos. La gente quería solo dólares y yo tenía muy pocos pesos.
(Contiunuará)

martes, 22 de abril de 2008

LA CASA AFORTUNADA DE CONSOLACION DEL SUR


Por:Lázaro Sarmiento



Esta es la casa de Joaquina Emilia Obeso Delgado, en Consolación del Sur, municipio al oeste de La habana. Quizás se parezca a otras muchas viviendas de los pueblos de Cuba, con portal para mitigar el calor y el sol, jardines con árboles recortados y jazmín de noche. Habitaciones frescas y amplias y tal vez una vida invisible inquietante. Pero a diferencia de muchas otras, esta casa ha resistido con éxito las miserias del tiempo.

La edificación estuvo nominada al Premio Nacional de Conservación y Restauración de Monumentos 2008. Fue construida en 1951 por el esposo de su actual propietaria, arquitecto e hijo del Dr. Antonio Ferrer Cruz, insigne personalidad de la cultura de esa localidad de la provincia de Pinar del Río.

“De influencia neoclásica tardía tiene un alto grado de conservación, que se manifiesta en el zócalo exterior de la fachada, en toda la ornamentación, en su exquisita carpintería y herrería, al igual que en el diseño original de su patio y áreas verdes.” Además, mantiene un valioso mobiliario interior en perfecto estado.

Esta vivienda afortunada de Consolación del Sur me recuerda algunas casas que yo observaba desde el ómnibus cuando íbamos a visitar a mi familia del campo y la Carretera Central atravesaba los pueblos con su vida dormida al mediodía y el olor a melao desde el ingenio , y los cochinos del abuelo cerca de la línea del tren , y el Café del Paradero que entonces parecía inmenso con su gasolinera , sus sándwiches y la fotografía en blanco y negro del Hanabanilla detrás del mostrador . Y los primos queriendo venir a La Habana, y la amiga solterona de mi tía exclamando “¡Ave María, como ha crecido este niño ¡”

Los recuerdos crecen hoy frente a la casa de Joaquina.

miércoles, 16 de abril de 2008

RITA MONTANER: summum de cubanía.


Por: Lázaro Sarmiento

El legado de Rita Montaner ha tenido la suerte de contar con magníficas crónicas, testimonios, cronologías, documentales y biografías. Con inusual unanimidad el público y los artistas coinciden en calificar a Rita como la Única. Es un adjetivo que no discuten incluso los que estaban fuera de la simpatía de esta cantante y actriz que nació en Guanabacoa el 20 de agosto de 1900 y murió en La Habana el 17 de abril de 1958.

En la bibliografía sobre la artista disfrutaron de una amplia repercusión en las últimas tres décadas: Claves por Rita Montaner, ensayo-poema de Miguel Barnet (1977); Rita La única, compilación de Aldo Martínez Malo (1988), y Rita Montaner: Testimonio de una época (1997), de Ramón Fajardo Estrada. Este último título constituye un formidable, y quizás insuperable, libro que le valió a su autor el Premio Casa de las Américas en el género testimonio. Sobresalen también los documentales Rita, de Oscar Valdés (1980), y Con todo mi amor, Rita (2000) de Rebeca Chávez.

El sello EGREM de Cuba publica en 1971 un disco de larga duración con grabaciones de Rita Montaner. En las notas, el musicólogo Odilio Urfé destaca: “Este disco, salvando las inevitables deficiencias que caracterizan a las viejas grabaciones en lo meramente técnico, viene a llenar un gran vacío en el conocimiento que las nuevas generaciones deben tener de una artista consagrada por el pueblo”.

En 1983, en un artículo titulado Rita Montaner: un desafío al olvido, publicado en el periódico Granma, Miguel Barnet apunta que el disco no ha sido leal a la maravillosa intérprete de El manisero y Oguere. Y seguidamente hace una observación especulativa: “Rita Montaner no poseía cualidades adecuadas al disco o sus grabaciones eran de poca calidad”

El autor de El cimarrón sugería abstraerse de cómo se escucha la voz de Rita en las grabaciones e invitaba a sus lectores a preservar “intacto el recuerdo de una de las artistas más creadoras que hayamos tenido”.

LOS VIEJOS DISCOS DE LA MONTANER

Recientemente el poeta Sigfredo Ariel se refirió al tema de la voz de Rita Montaner en los discos y grabaciones para estaciones de radio y que él ha escuchado con una percepción atenta y comprensiva, como narra en el artículo ¿Quién es, por ejemplo, Rita Montaner? (Extramuros, 2007)

Sobre las grabaciones realizadas por Rita Montaner en Nueva York entre 1927 y 1929 para Columbia, Ariel anota que en las audiciones de estas placas, “el timbre de su voz no resulta especialmente grato”. Menciona que en el rescate de otros registros fonográficos aún más antiguos que los de la Montaner, como los de Bessie Smith y Carlos Gardel, “el resultado final nunca es extraordinario”.

“Esa, señores, la de las grabaciones, es Rita Montaner y cantaba así. Así se hizo aplaudir en el París de 1929, se fue con el Wonder Bar de Al Jolson por los estados de la Unión, y deslumbró a los habaneros en los escenarios de zarzuela de la década del treinta. Acostumbrémonos a esta idea de una vez”.

Sigfredo Ariel añade en relación con las antiguas placas de la Montaner: “Es posible que los procedimientos contemporáneos de restauración y remasterización se encuentren muy distantes en el interés de las casas distribuidoras de discos para ser aplicados a las rumbas hamponas, los boleros, criollas, tangos-congos, guarachas, revesinas y pregones que Rita grabó. Es preciso escucharlos tal como se conservan en los duros surcos de los discos de 78 revoluciones. No hay otro remedio”.

Rita Montaner no fue solamente una voz en los discos. Las claves de su dimensión artística refulgieron más allá de las grabaciones. “Rita fue la artista más representativa que ha tenido Cuba, en quien todo el ardor del trópico, la gracia criolla, la belleza muy poco igualada, una voz afinada y dulce, una elegancia de expresión, y una popularidad enorme, la hacían verdaderamente merecedora del nombre que le dio el pueblo: la Única.” (Renée Méndez Capote. La Gaceta de Cuba, 1981)

Nicolás de Guillén proclamaba que esta mujer era Rita de Cuba “porque su arte expresa hasta el hondón humano lo verdaderamente nuestro. La Única, pues solo ella, y nadie más, ha hecho del solar habanero, de la calle cubana, una categoría universal”.

Rita Montaner fue summum de cubanía.

lunes, 7 de abril de 2008

ARTEHABANA EN LUGAR DE TRAJES PARA HOMBRES

Por: Lázaro Sarmiento


Novedades masculinas. J Vallés. San Rafael e Industria, en el corazón comercial de La Habana. Figuraba entre las tiendas más conocidas de Cuba. El establecimiento tiene en la actualidad una función muy distinta de la que ofrecía cuando fue intervenido por el Gobierno Revolucionario en la década del 60 del pasado siglo. Ahora es Artehabana, plaza cultural.


Su esplendor de hoy se debe a las inversiones que recibió durante la remodelación del bulevar de San Rafael en el año 2004. El resto fue imaginación y buen diseño. La famosa tienda de ropa y sastre a la medida, que había languidecido durante el Período Especial, pasó a ser un centro de promoción cultural.

Aquí se pueden adquirir discos, equipos de audio, instrumentos musicales ,pinturas ,artesanía y libros. Las instalaciones sirven de escenario a conversatorios y peñas, así como a la presentación de trovadores, solistas y grupos musicales de pequeño formato. Artehabana ha logrado mantener una programación artística estable y conquistar al caluroso público de las tardes habaneras.

El antiguo edificio de los Almacenes J. Vallés y Compañía, fundada en 1876, ha corrido mejor suerte que otros inmuebles del bulevar de San Rafael, como el hotel Bristol, los cines Duplex y Rex y la tienda por departamento Fin de Siglo. El propietario principal de esta última, el médico Amado Gabriel Lavín, era también el dueño de J. Vallés. Poseía, además, la conocida embotelladora de agua mineral marca Copey.

Artehabana constituye una muestra del moderno brillo y la renovada función social que pueden adquirir determinados edificios que perdieron su original realce. El Duplex y el Rex merecen un destino similar al de los trajes masculinos a la medi
ecoestadistica.com