domingo, 13 de febrero de 2011

LA LLUVIA: PERSONAJE INOLVIDABLE.


En los inicios de Confieso que he vivido, Pablo Neruda escribió:

“Comenzaré por decir, sobre los días y años de mi infancia, que mi único personaje inolvidable fue la lluvia. La gran lluvia austral que cae como una catarata del Polo, desde los cielos del Cabo de Hornos hasta la frontera. En esa frontera, o Far West de mi patria, nací a la vida, a la poesía y a la lluvia”.


Pablo Neruda (1904-1973) advirtió al lector de Confieso que he vivido:

“Las memorias del memorialista no son las memorias del poeta. Aquél vivió tal vez menos, pero fotografió mucho más y nos recrea con la pulcritud de los detalles. Éste nos entrega una galería de fantasmas sacudidos por el fuego y la sombra de su época”.


martes, 8 de febrero de 2011

MIEDO

Por: Lázaro Sarmiento

Me habla de sus viajes por aire desde La Habana a Santiago de Cuba. Le tiene pánico a los aviones pero esa sensación disminuye cuando está junto a su pareja. Siempre trata de que lo acompañe en sus angustiosas travesías por las nubes. Si la relación pasa por un mal momento, la pareja lo castiga con un silencio de hielo durante todo el vuelo. Ni una palabra. Mi amigo prefiere esa mudez aérea a la posibilidad, por remota que sea, de sentirse solo en caso de accidente. Y mientras hace la historia, recuerdo la frase de Marguerite Yourcenar:
“En el avión, cerca de ti, ya no le tengo miedo al peligro. Uno sólo muere cuando está solo.”


Antiguo local de la compañía aérea KLM , en la esquina de Trocadero y Paseo del Prado, La Habana.
Arriba: Instalación del pintor Agustín Bejarano.

lunes, 7 de febrero de 2011

FACHADAS DE CENTRO HABANA.



El magnífico cine teatro Astral fue remozado hace unos años. Ubicado en Infanta, esquina San Martín, Municipio Centro Habana, es sede de múltiples eventos culturales. Últimamente ha presentado espectáculos humorísticos con gran éxito de público.


En este edificio de elegancia ajada en la calle Reina estuvo el antiguo diario cubano El País.



La Residencia Estudiantil de la Escuela Nacional de Ballet, en la calle Zanja, esquina Aramburo, en Centro Habana, cuenta con confortables dormitorios, áreas gastronómicas, salones de estudio, tabloncillos de ensayo y locales terapéuticos.

Fotos de fachadas: Lázaro 06.02.11

sábado, 5 de febrero de 2011

BAILES EN LA CARRETERA.

Por: Lázaro Sarmiento

Estuve años buscando esta foto en los recuerdos de la familia. En mi infancia, escuché mucho hablar de los bailes en Mocha, una diminuta localidad en la carretera entre Madruga y Matanzas. La muchacha que aparece en el centro de la imagen es mi tía Rosita. La escoltan su novio y su cuñado. Cuatro años después de esta foto, Rosita se mató jugando a la ruleta rusa. Como apretó el revólver convencida de que la bala del arma no estaba ligada a su destino, murió con una expresión plácida en el rostro. Fue un mediodía en la terraza de mi abuela en Santos Suárez.

En una ocasión, mi abuela quería que Rosita y Gina, mi otra tía, regresaran temprano a la casa y como garantía de que ellas no se excederían en su salida nocturna, exigió que me llevaran al paseo. Yo tenía entonces ocho años y me gustaba acompañarlas pues comenzaba a interesarme la vida de los adultos. Esa noche mis tías y sus novios fueron a un night club en las afueras de La Habana. Me dejaron sentado en el asiento trasero del automóvil, pensando que terminaría dormido. Pero su sobrino quería tener los ojos bien abiertos para observar lo que ocurría fuera de los cristales del auto.

Una música con trompetas y percusión se oía muy cercana. En el parqueo, el metal de los carros revotaba las luces de un anuncio de neón azul y naranja, con la imagen parpadeante de una bailarina. Las parejas entraban y salían del club besándose o susurrándose cosas al oído. Ellos con los brazos enlazados a las cinturas de las mujeres. Sonreían de una manera que yo desconocía. Montaban en los autos y ellas se enroscaban como serpientes en los cuellos de los hombres. En los asientos, algunas manos con las uñas pintadas se apoyaban en los muslos de los hombres, cuyos pantalones parecían hincharse hasta que ellos encendían los motores. Pisaban los pedales. Y en unos segundos las máquinas se perdían en la carretera. Seguro que iban hacia otros sitios encantados bajo el cielo estrellado.

Las excursiones con Rosita y Gina aumentaron en los dos años siguientes. Y la vida de los adultos me pareció entretenida, amorosa y festiva hasta el mediodía en que escuché un disparo en la terraza de mi abuela. Había llegado la hora de comenzar a descubrir las sombras que oscurecen las luces de los bailes.




Boda de mi tía Rosita en la casa de Santos Suárez. Yo en el centro junto a mi prima Cachita. Detrás mi abuela Margot y a su izquierda Gladys, mi mamá.


viernes, 4 de febrero de 2011

QUERIDA TOUTOUCHE.


Por: Lázaro Sarmiento

Aunque los editores advierten que el libro revela a un Carpentier diferente al conocido por su obra, es mucho más de lo que esperaba. Fascinante este recorrido por la intimidad y la vida cotidiana de un joven periodista y escritor. No he podido soltar de las manos Cartas a Toutouche, publicado por la Editorial Letras Cubanas. Sus páginas recogen la correspondencia de Alejo Carpentier a su madre, Lina Valmont, durante su estancia en París desde 1928 hasta 1937.

Aquí un fragmento de una de las cartas:
“Pero tú ignoras que es la tercera mujer que tengo desde que estoy en París. La primera fue una argentina. La segunda, una escritora francesa. Mujeres superiorísimas, pero duras como la piedra. Y yo, en materia sentimental, soy un verdadero bárbaro: quiero dominar absoluta y totalmente. Mato sus iniciativas, porque no tolero la menor majadería, la menor diferencia de opiniones, la menor palabra desagradable. Y yo había hecho de Maggie una mujer que era mi reflejo absoluto. Mis amigos la adoraban: Varese, Desnos, Gaillard…De todos modos no estamos peleados ni distanciados. Hemos decidido volver a nuestra vida por separado, eso es todo.
Nos veremos como los enamorados cursis “de cinco a siete” y eso es todo.”


Otra muestra:
“Cuando hablo de triunfos de Roldán o Caturla en París, no me guía un espíritu de partidarismo o de simpatía personal. Es el nombre de Cuba y de la música cubana el que está en juego. Si mañana un Lecuona, a quien no estimo personalmente, obtiene un éxito parecido, al de Moisés Simons, o escribe una obra comparable a las de Caturla, creo mi deber escribir un artículo sobre él, a pesar de que prefiera no frecuentar al personaje”.
“Al cabo de tantas idas y vueltas, las Cartas a Toutouche ofrecen, desde la más cotidiana inmediatez y teniendo en cuenta las características de la destinataria, un testimonio parcial del proceso de formación del joven Carpentier durante su muy decisiva primera estancia en París, etapa fecunda de aprendizaje de la cultura y de la vida. Revelan aspectos íntimos del desarrollo de su personalidad, clave de lo que constituyen sus ‘recuerdos del porvenir’ ”.
(Graziella Pogolotti en el Prólogo de Cartas a Toutouche.

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